domingo, 7 de diciembre de 2008

Un cuento



"El príncipe Escarcha y la reina de las Nieves"



Hoy, en el reino del invierno, se respira un aire denso... El príncipe Escarcha y a la reina de las Nieves andan con el estómago revuelto y las piernas flojas.
Tienen una cita secreta donde el río se transforma en lago. Allí donde les pareció verse por primera vez aunque se conocieran desde siempre.
Pero dejémoslos con sus nervios más propios de adolescentes y retrocedamos en el tiempo...



Desde tiempos que ni él más viejo recuerda, han gobernado la época invernal la reina de las Nieves y el rey consorte del Hielo. El príncipe Escarcha y la princesa Carámbano saben que solo pueden aspirar a gobernar efímeramente, en funciones, cuando a los reyes les corresponde hacer algún viaje diplomático para llevar sus frías consecuencias a lugares más cálidos y menos acostumbrados a los rigores del invierno...
En una de esas ocasiones, el príncipe Escarcha se despertó temprano. Miró a su lado a la princesa Carámbano que dormía dulcemente con su camisón de raso azul, con sus moñitos en forma de cono por toda su cabecita y su sonrisa, y no quiso despertarla. Además, todo hay que decirlo, en cuanto abría sus brillantes ojillos azules no paraba de hablar... Y él hoy necesitaba silencio. Silencio para su gran obra. Ya que iba a gobernar por un día, lo quería hacer lo mejor posible, lo mejor que pudiese.

Comenzó por escarchar las briznas de hierba que quedaban verdes, cubriéndolas de un collar de blancos cristalillos. Luego, subió por los tallos de las gramíneas que, pese a estar secas desde el verano, se mantenían erguidas y orgullosas. Con ellas de entretuvo un poco más convirtiéndolas en verdaderas esculturas de estrellas de hielo.


Luego pasó a los árboles a los que cubrió con tanta escarcha que parecía que hubiese nevado. Además la escarcha aportaba un brillo especial que los hacía parecer mágicos.
Por último se dirigió a su rincón favorito. Un remanso en el río producía un pequeño lago rodeado de viejos y majestuosos árboles.
Comenzó a pasearse por la orilla haciendo que sus cristales puntiagudos de escarcha se bañaran en el agua. Rodeando así todo el lago, de una aureola blanca.

-Hasta aquí puedo llegar... Helar por completo el lago solo lo puede hacer el rey Hielo. Ojalá tuviésemos otro régimen más igualitario y libre -pensó- pero es tan cómodo dejarse llevar por la inercia de "lo que siempre había sido" Era tan difícil cuestionar lo que parecía eterno...

Recordó sus sueños revolucionarios de juventud y se sonrió. Entonces le movía el impulso secreto de impresionar a la fría princesa Carámbano, de la que estaba profundamente enamorado. Aunque sus sueños seguían siendo revolucionarios no sentía ya el antiguo impulso que le llevaba a ser osado, incluso un poco insensato. Eso era antes... ahora era un serio ser que había logrado conseguir el amor de la princesa y había pasado a formar parte del engranaje que antes combatía. Sentía que algo le faltaba. Él no acababa de encajar en ese engranaje.



Se sentó en el tronco de un árbol caído y contempló su obra. La verdad es que se sentía orgulloso. Le había quedado un bello paisaje. La luz del amanecer comenzaba a sacar los tonos de color al lienzo, hasta ahora, casi por completo en blanco y negro. Unas briznas de hierbas angostadas, bajo los árboles, se habían librado de la escarcha y aportaban el ocre y algún verde amarillento a la escena. Tampoco había podido llegar a unos juncos dentro del lago que, en sus bordes, eran de un marrón rojizo.



Casi no se percató de los pasos en la nieve que se oían tras de sí. Se volvió y vio una imagen que competía en belleza con su paisaje. La reina de las Nieves se acercaba envuelta en su mando. Por donde ella pisaba, el suelo y todo lo que este contuviera, se cubría de su blanco elemento. Llevaba puesta la capucha bordeada de suave piel blanca que contrastaba con sus negras cejas y pestañas. Le miró como si la contemplara por primera vez. Al cruzar la vista con ella y descubrir la admiración en ellos él supo que volvía a estar perdídamente enamorado. Estas cosas le pasaban de repente y conocía perfectamente los síntomas. El corazón parecía que se le quería salir del pecho. Le dolían los nudillos y las piernas le temblaban. Estaba muerto de miedo pero en cambio, en su rostro, se dibujaba una sonrisa. Era un amor imposible e insensato, por supuesto, pero él no podía evitar sentirlo...



Ella bajó su mirada. Había oído hablar del pasado revolucionario del príncipe y secretamente lo admiraba. A ella también le gustaría cambiar ese régimen en el que no se sentía ella misma pero había tantas cosas en contra. Y luego estaba la tentación de que, ostentando ella el poder, podía mejorar las cosas...



Se acercó a él y le volvió a mirar a los ojos. No había contemplado una sonrisa más bella en su vida. Sus ojos no eran grandes, más bien achinados, pero sí muy expresivos. Era alto y delgado. Con su uniforme de trabajo de un plata brillante ajustado como un guante, y su capa dándole la majestuosidad que no tenía su rey, a pesar del título.
-Buen trabajo Escarcha
-Con este paisaje no es difícil...
-¿Dónde está tu princesita?- preguntó arrepintiéndose enseguida
-¿Y tu rey? -preguntó a su vez él. Con su mirada se dijeron que era mejor dejarlos aparte.
Silencio.
-Me da pena tener que cubrir de nieve tu obra...
-Pues no lo hagas -dijo él en tono desafiante...
-¿Y qué me sugieres que haga entonces?
-Pasea conmigo. A partir de ti habrá nieve pero a mi derecha continuará la escarcha
-Y hasta donde vamos a llegar...
-Hasta donde tú quieras, reina...
Sus pasos continuaron sin darse cuenta hasta lo mas profundo del amor. Se contaron sus verdaderos sueños e imaginaron el mundo de otra manera, más cálido para todos.

Hoy han quedado para fugarse juntos. Por una vez van ha hacer caso al corazón y cambiarán su supuesto deber por aquel que les marca su alma.

A partir de aquí ya sabéis lo que pasa. Ya estáis notando las consecuencias. El rey Hielo y la princesa Carámbano han caído en una depresión y se les olvidó visitar los Polos.
La temperatura del mundo ha subido.
Hay cambio climático.
Y, ¿quién sabe? quizá Escarcha y Nieves nos sorprendan cualquier día con una revolución silenciosa y ecológica.


(Si alguien no tiene bastante imaginación para ver el paisaje que describo puede ver la foto inspiradora de este cuento en el blog de Escalambrujos:
Las dos fotos que he puesto son mías de hace justo un año, en Ordesa, cuando comencé a trabajar en esto del medio ambiente. Quisiera dedicar este cuento a un amigo para quien, hoy, es un día especial. Y si alguien se queda con ganas de ayudar a Escarcha y Nieves en su revolución ecológica ya sabes: Manos a la obra. A Obama también le decían de pequeño "una sola persona no puede cambiar nada" Afortunadamente no les creyó o al menos lo está intentando.)


***

1 comentario:

animsai dijo...

Precioso cuento...ojala fuera eso cierto y no fuera cosa del cambio climatico...

De todas maneras abremos de seguir luchando para parar el cambio climatico que parece que nsotros hemos creado...porque destruimos el mundo?

Besos wapa