El gran ciervo de mayor cornamenta, a la que hay enganchado algo que no indentifico, alza su cabeza ante mi y me mira. Entre nuestras miradas la difusa luz de la mañana. El resto de la manada, compuesto por hembras y cervatillos, permanecen tumbados más atrás. Dos ciervos machos más pequeños permanecen unos pasos más atrás que el grande que me sigue mirando.
Es un momento que parece eterno sin serlo porque vuelve a agachar su cabeza con su gran cornamenta y sigue comiendo hierba.
Es la hora en la que conviven los murciélagos nocturnos con los petirrojos madrugadores.
Una urraca pasa por segunda vez junto a la media luna menguante.
Mi pino favorito me dice que no tengo que hacer nada.
2 comentarios:
Sí, tienes que hacer. Explicarlo aquí así de bien.
Besos
"así de bien" ya me gustaría, me ha gustado, me gusta.
Gracias Cristal
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