martes, 10 de noviembre de 2009

Sobre la invisibilidad


Soy invisible. No me sorprende porque siempre lo he sido. De pequeña era el típico alumno del que el profesor no se aprendía el nombre en todo el curso. Hay que tener en cuenta que entonces estábamos en unas clases de 40 (ahora se quejan los profesores con la mitad) y yo, por apellido, iba de las últimas. A mi es algo que me encantaba. Nunca me sacaban a la pizarra, ni me preguntaban la lección. Simplemente no existía.
Ahora 40 años después no he debido de tomar mucho color y debo seguir en mi tono transparente que tiñe lo que digo y hasta lo que escribo.
Me gustaría ser, al menos, como esa luna transparente que aunque apenas se percibe en la luz luminosa de una mañana de nieve, existe con una belleza mágica y influye en su alrededor.

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