
A veces necesito una luz para no perderme
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*Dibujo sacado del blog de Manuel Rubio:
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"...la imaginación envuelve al mundo." Albert Einstein
Todas las fotos contenidas en este blog son mías (yo disparé el objetivo) pero ahora son de la humanidad, al compartirlas en este medio mágico de Internet...
Los textos también, claro.
Si pongo alguna foto o texto sacada de otro lugar lo especifico.
Gracias de nuevo por pasaros por aquí, mi casa, vuestra casa.
2 comentarios:
Pi, ese quinqué lo tomé de una imagen que circula por internet. No suele ser habitual que yo tome imágenes, con las fotos de Sofía me surto ampliamente. Pero ya que traes ese quinqué te acerco un poco de luz mediante este texto de Jose Emilio Pacheco que da título a su último libro de poemas: 'La edad de las tinieblas'. (En realidad son poemas en prosa.)
La edad de las tinieblas: el quinqué
Arde la noche. El aire húmedo parece hervor de ciénaga. Bajamos del yip para tomar agua mineral en un cobertizo a orillas del camino que se interna en la selva. Sobre el mostrador hay un quinqué. Si nada recordamos de la niñez y sólo podemos inventar lo inmemorable a partir de unas cuantas imágenes, este quinqué engendra ahora su propio teatro de sombras, me lleva hasta un puerto donde hubo una casa que ya no existe.
Se va la luz. La familia enciende otro quinqué. Me intriga pensar en lo que han dicho mis padres: en el petróleo de la lámpara flotan reducidos a esencia bosques y dinosaurios de la prehistoria. Millones de años se han necesitado para humedecer la lengüeta de jerga que convertida en mecha soporta la llama. Una campana de cristal la protege y le permite iluminarnos. En el quinqué se consumen los restos fósiles de una vida improbable. La noche huele a luz carbonizada.
Este humilde fuego resulta el antitelevisor. Prende la imaginación de quienes se reúnen en torno a él como ante la hoguera primitiva: abuelos, padres, hijas, hijos. Sobrevienen relatos de cosas verdaderas y fingidas y, cuando las narraciones han terminado, el ballet de las manos, la pantomima de las siluetas.
La pared se convierte en un zoológico fantasmal, un circo de espectros. Aquí están las fauces del cocodrilo, el loro de perfil, el gato de espaldas, las alas del gavilán, la huida del venado, la tortuga que lleva a cuestas el mundo.
Al volver la electricidad el escenario se apaga. La familia queda en silencio. Sabe que está condenada a la dispersión y es como el humo que el petróleo suelta al inmolarse. Somos apenas sombras que alguien proyecta en un muro invisible.
El quinqué se extinguió hace millones de años. Su luz más submarina permanece. Esta noche su olor ha regresado bajo el violento aroma de la selva. Tal vez nosotros, sus animales y sus árboles también seremos combustible de una futura edad de las tinieblas.
Gracias y corregido queda.
Pero tú si pintas, ¿no?
Al menos en mi vida si pintas algo: recomendador de libros. Ya he empezado el de Hernán Rivera Letelier "La Reina Isabel cantaba rancheras". Me lo han mandado a través de blibliotecas en red de la biblioteca pública de Zaragoza a la que a su vez alguien donó este libro. Alguien que lo quería compatir como tú.
Gracias de nuevo,
Te leo
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