Quizá debería comenzar por reconocer que estaba equivocada. Que los niños no se crían solo por imitación como había leído de alguna tribu perdida.
Es cierto que harán más lo que vean que lo que les digas
Pero eso no quiere decir que eludas el papel que te toca, el de estar encima para educar responsablemente. Darles una referencia pero también unas instrucciones. Y un reconocimiento a su esfuerzo por mejorar y aprender.
Lo malo de todo esto es que no se quede en solo palabras.
Ellas también me educan.
Ellas no son mías.
Compartimos este camino de la vida.
Y esperemos hacerlo con más aciertos que lo contrario.
Y si no, siempre nos quedará el consuelo de que, de los errores, también se aprende.
2 comentarios:
Lo que más me gusta es esa frase de "ellas no son mías", eso es una lección que cuesta un mundo aprender, verdad? Sobre todo porque las llevas en tu mente y tu corazón todo el tiempo.
Me encanta esta entrada ^_^
No sólo no son nuestras, sino que somos nostr@s los adultos los que debemos de empatizar con su situación... ell@s no pueden hacerlo con la nuestra por razones obvias...
No entendí del todo a mi madre hasta que no tuve hij@s...
Pero cuesta a veces, hacerse a la idea de que no ven las cosas como nosotr@s...
Ley de vida, supongo...
Besos Amparito
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