De todos los sonidos que me escucho en mi caminata mañanera, los únicos que no son armoniosos son los producidos por los humanos. Los aspersores que se ponen en funcionamiento automático con suspiros agónicos. Los motores de distintos vehículos movidos por combustibles fósiles (afortunadamente, a esas horas, pocos). Y los distintos aparatos con los que el noble oficio de la jardinería ha pasado a ser odioso.
El primer cortacésped, motocultor, desbrozadora o cortasetos eléctrico se ponen en funcionamiento a la siete de la mañana, sábados incluidos. Yo ya estoy despierta hace ratos. Pero es un sonido odioso para estar escuchándolo durante las 8 horas (menos que más) que dura su jornada laboral.
Si tienes que pasarte 8 horas recortando setos agradeces un motor que te facilite el trabajo. Hasta aquí todos deacuerdo (y dediqué 3 años de mi vida a la jardinería, se de que va eso)
Pero hoy yo me pregunto: ¿para qué sirve un seto?
Estoy hablando de los setos en los jardines públicos. No me meto con los privados, esos para otro día.
No me gustan los jardines visuales ni los carteles de prohibido pisar el césped. Los jardines están para hacer uso de ellos, disfrutar de ellos. Tocar el tacto de una brizna de hierba y adornarte el pelo con una de esas margaritas espontáneas que salen entre los tréboles. Los setos no impiden que pasen los chuchos a depositar lo que aun algún dueños haciéndose el despistado no recoge. Tampoco delimitan caminos que el uso acaba imponiendo. ¿Entonces para qué necesitamos setos?
Yo estoy convencida que solo para tener algo que hacer, como recortarlos...
Si al menos les dieran formas imaginativas y no todos cuadrados...
Hoy mi afirmación es que no me gustan mi setos. Y eso que de pequeña, una de mis profesiones imaginadas, era ser médico de setos... (-Ya ves tú -diría mi madre con acento granaino- las cosas que se le ocurren a la chiquilla)
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