sábado, 8 de febrero de 2014

Cuento de tradición oral contado por mi padre: Nicolás Ortega Gonzalez


"Juanillo el oso"

Erase una vez un hombre que era tan fuerte que le apodaban el oso.
Juanillo pensó que se podría ganar la vida cortando leña y se echó al camino para ver si encontraba otros hombres como él para hacer una cuadrilla de leñadores.
Dicho y hecho.
En el monte siguiente halló un hombretón al que apodaban “el arancapinos”
Después de ver por sus propios ojos que el hombre era capaz de agarrar un pino y sacarlo de raíz le propuso:
-¿A ti te gustaría formar cuadrilla de leñadores conmigo?
-Y tú ¿qué me darás?
-Algo de comida y lo que saquemos repartido entre los que estemos.
-Pues contigo me he de marchar.

A una jornada de andar, vieron un hombre tan fuerte que, al sentarse, chafaba tanto un montículo de tierra que le apodaban “el allanacerros”.

Los dos, Juanillo el oso y el arracapinos, decidieron pedirle que se uniera al grupo:

-¿A ti te gustaría formar cuadrilla de leñadores con nosotros?
-¿Y qué me vais a dar?
-Algo de comida y lo que saquemos de la madera repartido entre los tres.
-Pues con vosotros me iré-

Así, contentos de haber formado la cuadrilla de hombres más fuertes de la redolada, marcharon a ocupar una caballa en el bosque y repartirse los turnos para hacer de comer, un día cada uno.

El primer día se quedó ha hacer de comer el arracapinos y, como eran hombres muy fuertes necesitaban comer mucho. Preparaban una gran olla con un saco de patatas, un cordero entero despiezado, cebollas, zanahorias y ajo. Cuando lo tenía todo en su punto, entró por la ventana un duendecillo con las orejas en punta y le dijo con voz fina pero resuelta:

-Dame tu comida.
-Y si no, ¿qué me harás?
Y el duendecillo, sacando un mazo mucho mayor que él, le dio golpes hasta dejarlo rendido.
Luego se comió toda la comida en un santiamén y se fue de nuevo por la ventana.

Al llegar Juanillo el oso y el allanacerros, y vieron la olla vacía y el arrancapinos en el suelo baldado de una paliza, le preguntaron:

-¿Qué ha pasado con la comida?
-Pues que ha venido un duendecillo así de pequeño -les relató haciendo la pequeña medida con el pulgar y en índice- y se lo ha comido todo y cuando he querido impedirlo me ha dado una paliza con el mazo...-dijo un poco avergonzado de haber sido derrotado por un ser tan pequeñajo.

-Pues mañana me quedo ha hacer la comida yo- dijo el allanacerros.

Así lo hicieron y, mientras Juanillo el oso y el arracapinos marchaban a su faena, el allanacerros se quedó preparando la olla. Con un saco de patatas, cinco cebollas, unos puerros y un cochinillo entero.

Cuando estaba todo a punto y desprendía un aroma que se olía a más distancia del bosque en que habitaban los tres hombres, entró de nuevo el duendecillo, esta vez por la puerta y preguntó:

-¿Me vas a dar tu comida?
-Y si no, ¿qué me harás?

Pumba y Pumba. Volvió a sacar el mazo y le dio al allanacerros una paliza de muerte. Luego se comió toda la comida en un plís plás y desapareció.

Al volver Juanillo el oso y el arracapinos, ya no les hizo falta preguntar:

-Ha venido de nuevo el duendecillo y se lo ha comido todo- de lamentaba amargamente el allanacerros...

-De mañana no pasa ese duendecillo- proclamó con decisión Juanillo el oso.

Así que a la mañana siguiente salieron a trabajar como pudieron (entonces no había baja laboral) el allanacerros y el arracapinos. Recomendaron a Juanillo el oso mucho cuidado y se fueron a su tarea de cortar leña.

Juanillo el oso preparó de nuevo una gran olla de comida: un saco de patatas, cebollas, ajos y borrajas, todo ello con una ternera bien hermosa.
Cuando la comida estuvo lista se escondió detrás de la puerta y nada más aparecer el duendecillo le quitó la porra y...

Pum... Una oreja de duendecillo menos. Se arrancó de un golpe.

Pum... La otra oreja de duendecillo fuera.

El duendecillo se fue quejándose mientras escapaba y dejando un rastro de gotitas de sangre.
Al volver sus compañeros de cuadrilla y ver que no había desaparecido la comida, dijeron:

-Hoy no ha venido el duendecillo ¿no?
-Claro que sí -contesto Juanillo el oso- aquí tengo sus dos orejas que se las he arrancado con su propia porra...
El arracapinos y el allanacerros no podían creerlo.

-Mirar, mirar -exclamó Juanillo el oso- por aquí se ve el rastro de gotas de sangre...
-¡Vamos a seguirlo! -convinieron todos...

Las gotitas de sangre llevaban ha un agujero en la tierra del que no se veía el fin. El único que se atrevió a bajar con una cuerda fue Juanillo y su porra.
Al llegar al final del largo túnel había una pequeña explanada con tres puertas.

-Vamos a ver lo que se esconde tras la primera- se dijo dándose ánimos a si mismo.

Al derrumbar la primera puerta de madera apareció un jardín, con frutales y una bella mujer morena que le advirtió:

-Ten cuidado viajero, hay un león que me tiene encantada en esta cueva.
-Y ¿donde tiene la fuerza?
-En la melena -le contestó ella.

Cuando salió el león, Juanillo el oso, le dió con su porra en toda su cabeza recubierta de melena marrón y espesa- El león desapareció.

La segunda puerta era de plata y al derrumbarla con su porra, Juanillo encontró un huerta en la que entre col y col no había lechugas si no que crecían piedras preciosas. También había una preciosa princesa con pelo de fresa que le advirtió:

-Aventurero, tienes que saber que un toro me tiene hechizada aquí en esta huerta.
-Y, ¿donde tiene la fuerza?
-En el rabo -contestó ella llena de temor.

Al aparecer el Toro bravo y empezar a rascar la tierra con las patas delanteras, Juanillo el oso, no se asustó. Le dejó pasar y al final le arreó tal golpe en el rabo que se lo arrancó. En ese momento el toro desapareció.

Al llegar a la tercera puerta de oro, dio un golpe y detrás había toda una selva tropical con frutas de oro colgando de la vegetación. También había una guapa joven morena que le aconsejó:

-Joven apuesto y valiente mozo, has de saber que me tiene hechizada en esta selva un gran gorila.
-Y ¿donde tiene la fuerza?
-En las manos

Al aparecer el enorme gorila Juanillo, sin darle tiempo a reaccionar le arrancó las manos con la que el gorila se estaba golpeando el pecho y el gorila desapareció.

Desde abajo del túnel gritó a sus compañeros de cuadrilla para que subieran con la cuerda todos los tesoros y a las chicas desencantadas. Cuando ya no quedaba abajo mas que él y su porra. Les dijo:

-Ahora voy yo y mi porra...

Pero solo ató a la porra, precavido.

A mitad camino sus compañeros dejaron caer la porra en la que de haber ido también Juanillo se habría matado.

-Eso me temía...  Estos ladrones, después de sacar todos los tesoros y a las mujeres, me dejaran aquí...

Juanillo se alimentó de lo que fue encontrando en las habitaciones pero cuando se le acabó la comida se echo mano al bolsillo y allí encontró las orejas del duendecillo.

-Ya que solo tengo esto me las comeré
Al primer mordisco se oyó un grito:

-Mándame y no me muerdas- dijo la primera oreja del duendecillo
-Vale. Sácame a mi y a mi porra de este agujero.

Dicho y hecho.
Al momento salieron volando Juanillo el oso y su porra fuera del agujero.

Mordió la segunda oreja y se oyó otro grito:
 
-Mándame y no me muerdas
-Pues llévame a mí y a mi porra donde estén esos ladrones del arracapinos y el allanacerros.

En un momento apareció en medio de una gran fiesta que habían montado sus antiguos compañeros de cuadrilla...
Allí estaban sus tesoros y las chicas bailaban contentas por su rescate.Había comida y bebida en abundancia para toda aquel que se acercara por allí.
Juanillo buscó a sus excompañeros y se tomó la justicia por su mano

Se quedó con todos sus tesoros repartiendo un cuarto con cada una de las tres chicas.

Y colorín colorado, este cuento por la chaminera se ha escapado.
***


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