En el instante
que se ponen en marcha los aspersores
En el momento
que el envés de las hojas de los plátanos
están iluminados por amarillentas farolas
En el tiempo
en que cuadrillas de chavales
invaden parques infantiles
(impidiendo que yo te escriba
cerca del delfín azul
como pretendía)
Solo entonces
soy capaz de reconocer
que te echo de menos
(y tanto que me duele
como una herida abierta
Que no creía tener
Que me negaba a curar
a ver si, ignorándola,
sanaba)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)



2 comentarios:
Bonito poema, las heridas sobretodo cuando son por amor podemos creer que se han curado y en el momento menos esperado se vuelven a abrir, quizás porque nunca se habían cerrada y simplemente habíamos tratado de ignorarlas.
Besos
Gracias
Publicar un comentario