La familia de más abolengo de la ciudad había decidido poner en venta su viejo caserón. Contrataron a un pintor para que lo reformara con una capa de pintura que borrara telarañas y desconchones de casa deshabitada por muchos años.
Cuando llegó el primer día de trabajo a la mansión, Carlos, se dio una vuelta para hacerse con el que sería su lugar de trabajo durante los próximos días. Lo que más le llamó la atención fueron unos cuadros de unas señoras muy enjoyadas.
-Bueno amigas, nos vamos a ver en unos días, al menos así no me sentiré tan solo en este enorme caserón... no se parece mucho a mi pisito de 50 m2...
Al día siguiente, cuando entró a trabajar, lo primero que hizo es ir a saludar a sus amigas, las señoras enjoyadas. Pero el susto que se dio fue morrocotudo al comprobar que todas las joyas pintadas en las telas habían desaparecido como por arte de magia
Cuando se le paso el susto, Carlos volvió al hall. Allí se encontró a la familia para la revisión diaria de las obras. Al contarles lo ocurrido no le dieron importancia y cambiaron de tema. Subieron al piso de arriba para ver los avances en las habitaciones. Todos menos la abuela, que se quedo con Carlos en la cocina mientras este intentaba que le pasase el bocadillo de almuerzo de todos los días, que hoy se empeñaba en quedársele atascado en la garganta.
- Yo te contaré la historia de esos cuadros..., siéntate anda y ya veras como al final te ríes del susto que te acabas de llevar.-dijo la abuela con una sonrisa amable que tuvo la virtud de tranquilizar a Carlos al momento.
-Fue culpa de mi bisabuelo. Menudo carácter debía tener. Era enemigo a ultranza de cualquier ostentación. Pero, como era muy viajero, pasaba la mayor parte del año fuera de la casa. Cuando volvía, sus hermanas, las ancianas que salen en los retratos, sabían que tenían que retirar la plata de las alacenas, las finas porcelanas de todos los rincones y hasta mandaron hacerse dos retratos cada una: uno sin joyas para cuando viniera el viajante... La maniobra les funcionó, o al menos el bisabuelo nunca dijo nada... Hoy simplemente te has debído confundir de sala, porque los cuadros lo tenemos colocados en dos muy similares.
-¿Eso es todo? - preguntó Carlos casi sin darse cuenta.
-Si, siento desilusionarte con nuestra sosa historia familiar. Aprovecharé para decirte que estas haciendo un trabajo excelente.
-Gracias - dijo pensativo.
Los días transcurrieron más tranquilos a partir de entonces. Carlos terminó orgulloso su trabajo, al fin y al cabo la familia se dejó aconsejar. Casi hizo la reforma a su propio gusto.
-Ojalá fuera para mí... –pensó mientras oía de fondo la radio el sonsonete de los niños de “San Idelfonso” que este año sonaban raro con los euros en lugar de pesetas.-... Ese número me suena...
Cuando llegó el primer día de trabajo a la mansión, Carlos, se dio una vuelta para hacerse con el que sería su lugar de trabajo durante los próximos días. Lo que más le llamó la atención fueron unos cuadros de unas señoras muy enjoyadas.
-Bueno amigas, nos vamos a ver en unos días, al menos así no me sentiré tan solo en este enorme caserón... no se parece mucho a mi pisito de 50 m2...
Al día siguiente, cuando entró a trabajar, lo primero que hizo es ir a saludar a sus amigas, las señoras enjoyadas. Pero el susto que se dio fue morrocotudo al comprobar que todas las joyas pintadas en las telas habían desaparecido como por arte de magia
Cuando se le paso el susto, Carlos volvió al hall. Allí se encontró a la familia para la revisión diaria de las obras. Al contarles lo ocurrido no le dieron importancia y cambiaron de tema. Subieron al piso de arriba para ver los avances en las habitaciones. Todos menos la abuela, que se quedo con Carlos en la cocina mientras este intentaba que le pasase el bocadillo de almuerzo de todos los días, que hoy se empeñaba en quedársele atascado en la garganta.
- Yo te contaré la historia de esos cuadros..., siéntate anda y ya veras como al final te ríes del susto que te acabas de llevar.-dijo la abuela con una sonrisa amable que tuvo la virtud de tranquilizar a Carlos al momento.
-Fue culpa de mi bisabuelo. Menudo carácter debía tener. Era enemigo a ultranza de cualquier ostentación. Pero, como era muy viajero, pasaba la mayor parte del año fuera de la casa. Cuando volvía, sus hermanas, las ancianas que salen en los retratos, sabían que tenían que retirar la plata de las alacenas, las finas porcelanas de todos los rincones y hasta mandaron hacerse dos retratos cada una: uno sin joyas para cuando viniera el viajante... La maniobra les funcionó, o al menos el bisabuelo nunca dijo nada... Hoy simplemente te has debído confundir de sala, porque los cuadros lo tenemos colocados en dos muy similares.
-¿Eso es todo? - preguntó Carlos casi sin darse cuenta.
-Si, siento desilusionarte con nuestra sosa historia familiar. Aprovecharé para decirte que estas haciendo un trabajo excelente.
-Gracias - dijo pensativo.
Los días transcurrieron más tranquilos a partir de entonces. Carlos terminó orgulloso su trabajo, al fin y al cabo la familia se dejó aconsejar. Casi hizo la reforma a su propio gusto.
-Ojalá fuera para mí... –pensó mientras oía de fondo la radio el sonsonete de los niños de “San Idelfonso” que este año sonaban raro con los euros en lugar de pesetas.-... Ese número me suena...
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(Es curioso, aunque la historia en su nudo es completamente diferente, el final para el pintor protagonista es parecido. Y el final da idea del año en que lo escribí)
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1 comentario:
Ah! si me toca la lotería juro que me largo al sitio donde mas calor haga Amparito, que frío he pasado hoy brrrrr. Y que preparados los de los cuadros no?
Un beso.
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