A veces me pregunto porque tengo una relación tan natural con los animales. No suelen escapar de mi, incluso los salvajes... Creo que a mi hija Alba también le pasa. En un parque le comieron los perritos de las praderas en su mano...
Ayer mismo me acompañó un ratoncillo de campo en mi paseo. Yo iba por una acera con mi paso tranquilo y el corría con sus cuatro patitas, a mi ritmo, por la otra acera. Así circulamos por toda la calle. Al final yo tenía que cruzar a la suya. Pensé: ahora se espantará. Pero no. Cruce, me pare a mirarlo a escaso medio metro y no solo no se escapó sino que me miró con esos ojillos que ponen los ratoncitos que los hacen parecer tan listos y comenzó a acicalarse el brillante pelaje marrón. Después de un rato observándolo tan de cerquita le pregunté si me contaba algo... pero hablar no entraba en sus facultades de ratón mágico (lo que es seguro es que era magíco, un piropo que utilizamos aquí, en Aragón) Como no me contaba nada me fui y lo dejé olfateando el aire subido a sus dos patitas traseras.
Podéis creer o no esta anécdota que me pasó ayer mismo a la hora del atardecer, cuando toda la luz se despide de nosotros dejándonos sin color en el mundo pero con la esperanza de un sol futuro. Esperanza que no falte.
***
Foto de Dani Goñi con mejor pulso que yo
¿Y porqué esta foto de flor para ilustrar una entrada de animales?
Solo porque si y porque ayer no llevaba cámara para inmortalizar a mi amiguito el ratoncito.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario