viernes, 13 de noviembre de 2009

Sobre invisibles


Una de las ventajas de ser invisible es que percibes a los demás invisibles. No, no estoy hablando de entes de otra dimensión o fantasmas. Son personas de carne y hueso pero que nadie ve. Bueno si te tropiezas con ellos pasan a tomar color por unos segundos, en el que el empujador dirá, en el caso de ser una persona amable:

-Perdona. No te había visto...


Pero al momento volverán a desaparecer de su vista, quizá para no volver a colorearse ante ellos nunca más.

Lo cierto es que es difícil tropezarse con un invisible.

Ellos mismos se quedan apartados.

Es lo que han aprendido.


Es por ahorrarse la tristeza de estar sin ser vistos.

2 comentarios:

Tempero dijo...

Prefiero a los que llevan bajo su rostro un fajo de identidades bien visibles, una identidad bien labrada.
La invisibilidad se sufre, la comunicación es necesaria. Otra cosa sería refugiarte, por momentos, en no ser visto.

Besitos.

El invisible dijo...

Se mira en el espejo que ya no le refleja,
todo, menos él, aparece en la fría superficie,
la habitación, muebles y cuadros, la variable luz del día.
Así aprende, con terror silencioso, a verse,
no en los gestos teatrales —aún rasgos humanos— de la muerte,
sino en los días de después, en el vacío de la nada.
Inútil cerrar los ojos, estúpido romper el terco espejo,
buscar otro más fiel o más amable.
Es él sólo, el hombre invisible, el que desaparece,
es sólo él, una huella borrada,
que no contempla a nadie, porque es nadie,
la nada en el cristal indiferente de la vida.